Había una vez en un humilde y carenciada casa en la orilla del Conurbano Bonaerense, una niña llamada Camperucita Roja, que tenia como tarea ir a comprar al kiosco una tableta de migral y llevarla a la casa de su abuela que era vaga y vieja y por lo cual debia ocuparse de realizar las compras.
Su madre le ordenó que no se distraiga y que se diera prisa pues, esta chica no habia hecho su tarea, tenia que ordenar su pieza y asearse, pues hacía varios dias que no lo hacía. Y sobre todas las cosas que no se distraiga con ningún “turro”( así denominaban a una feroz bestia con contexturas similares a la de una persona, aunque hay notables diferencias, como sonidos guturales, una vestimenta deportiva y una escritura en jeroglífico que consitia en poner tilde a la mayoria de las vocales. Había una en el barrio que tenía particularmente orejas grandes y aspecto similar al de Golum del Señor de los Anillos, aunque más feo).
En el camino, distraida como de costumbre, divisa a la horrible bestia, que luego se le acercó y le pregunto lo siguiente:
Turro: ééh amiwa donde váás
Camperucita: A la casa de mi abuela a llevarle unas pastillas, que le duele la cabeza y la vieja no es capaz de levantarse y comprarselas ellas.
Turro: corteééé re gata la tipa no?
Camperucita: No se... pero me tengo que ir ¡Adios, nos vemos!
Turro: Reéééhscate amiwa yo te acompaño amiwa hay muchos buitres por la villa tene’ que tene’ cuidado viteh.
Camperucita: (quedo penso pensado en las indicaciones de la madre, pero no vio nada raro en excepto en su celular que omitia ruidos extraños y este sujeto danzaba al mismo ritmo) Bueno dale
Terminaron de comprar y el turro le pregunto cuanto faltaba y Camperucita le dijo que unas cuadras, derecho hasta el 3555, donde se contraba un pequeño duplexito donde vivía su abuela, fue entonces cuando el turro la desafió a una carrera.
Lógicamente el primero en llegar a la casa fue el wachiturro debido a su amplio currículum en atletismo por gran labor en la Academia Penintenciaria de Sierra Chica. El turro desefundó una 9mm y entró de prepo a la casa de la abuela de Camperucita, la escondió en el armario y comenzó a agarrar todo lo que pensaba que era de valor... en realidad todo, porque ni siquiera su propia vida tenía valor, así que todo servía para financiar su misable existencia, pero no pudo terminar de robar porque Camperusita Roja golpeó la puerta y ya se hacía difícil escapar. Ademas se daría cuenta, así que optó por disfrazarse de la abuela.
Cuando Camperuza llegó se dirigió hacia la pieza en donde estaba el turro disfrazado de la abuela, acostado. Apenas lo vio se asombró, pues no lucía igual. Esa inquietud provocó que le exclamara:
Camperucita: Abuelita ¡Que ojos tan colorados tienes!
Turro: Son por ver televisom
Camperucita: Abuelita ¿porque tenes ropa deportiva?
Turro:
es para ejercitarme mejor
Camperucita: ¡Que orejas tan grandes tienes!
Turro: es para escuchar cumbia mejor
Camperucita: ¡Qué manos dañadas tienes!
Turro: ¡son para robarte mejor!
E inmediatamente le ordenó que se tire al piso, que le de toda la plata y que no gritara porque si no la iba a cortar. Por suerte, la chusma de la esquina estaba al tanto de la situación y llamo a la policia, que por ser un cuento llegó inmediatamente y detuvo a la bestia, se lo llevaron a la comisaria y estuvo preso por un día por ser menor y todos fueron felices para siempre.
FIN